China al límite por aranceles
China enfrenta una crisis económica sin precedentes debido a los aranceles impuestos por Estados Unidos, que han escalado hasta niveles históricos. La guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo ha alcanzado un punto crítico, con tarifas estadounidenses que llegaron al 145% sobre productos chinos y represalias chinas que gravan bienes estadounidenses con hasta un 125%. Esta escalada, iniciada en abril de 2025, ha desestabilizado las cadenas de suministro globales y ha generado temores de una recesión mundial.
La economía china, fuertemente dependiente de las exportaciones, está sintiendo el impacto. Las exportaciones a Estados Unidos, que representan una parte significativa del crecimiento económico del país, cayeron drásticamente en los últimos meses. La actividad manufacturera se contrajo a su nivel más bajo en 16 meses, con fábricas ralentizando producción y despidiendo trabajadores. Sectores clave como la electrónica, los juguetes y los textiles enfrentan graves dificultades, con productos acumulándose en almacenes debido a los altos costos que los aranceles imponen en el mercado estadounidense. Empresas como las que producen bienes de consumo y juguetes, que dependen en gran medida de la mano de obra barata china, advierten que los precios están aumentando, lo que afecta tanto a los consumidores estadounidenses como a los fabricantes chinos.
Beijing ha respondido con medidas de estímulo económico, incluyendo recortes en las tasas de interés y una inyección masiva de liquidez para estabilizar los mercados. El Banco Popular de China redujo la tasa de referencia en mayo de 2025 y anunció una bajada en los requisitos de reserva bancaria, liberando miles de millones de yuanes al sistema financiero. Sin embargo, analistas advierten que estas medidas pueden ser insuficientes para contrarrestar el daño de los aranceles y otros desafíos internos, como la crisis inmobiliaria y el desempleo juvenil. Además, China busca diversificar sus mercados y reducir su dependencia de Estados Unidos, pero este proceso llevará tiempo y no compensará las pérdidas inmediatas.
La retórica entre ambos países sigue siendo dura. Mientras Washington insiste en equilibrar el comercio y proteger su industria, Beijing promete "luchar hasta el final", lo que sugiere que la guerra comercial podría intensificarse aún más. Aunque se logró una tregua temporal en mayo de 2025, reduciendo los aranceles estadounidenses al 30% y los chinos al 10% por 90 días, la incertidumbre persiste. Los puertos estadounidenses reportan una caída en los buques provenientes de China, y las bolsas globales fluctúan ante cada nuevo anuncio.
El impacto trasciende a China y Estados Unidos. Los consumidores estadounidenses enfrentan aumentos de precios en bienes esenciales, desde electrónicos hasta juguetes, mientras que las empresas estadounidenses advierten sobre la dificultad de reubicar sus cadenas de suministro fuera de China en el corto plazo. En China, el gobierno enfrenta presión para mantener su objetivo de crecimiento del 5% para 2025, lo que podría requerir un estímulo fiscal adicional de cientos de miles de millones de dólares.
La situación plantea un dilema: continuar la confrontación arriesga una ruptura económica global, pero ceder podría debilitar la posición de ambas potencias. Por ahora, China está al borde de un punto de no retorno, con su economía tambaleándose bajo el peso de los aranceles y la incertidumbre sobre el futuro de su relación comercial con Estados Unidos.

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